LOS NARCISOS DE LA POSTMODERNIDAD.
Autora: Patricia R. de Mackinlay.
Abril de 2000
Derechos Reservados
Título Primero:
Los “nuevos narcisos de la posmodernidad” no dejan de ser producto de
la vida actual, que agrava las condiciones familiares y las dificultades
infantiles, además de variantes contemporáneas de las exigencias
narcisistas propias de todos los tiempos. En contraste con la época
moderna en la que la tradición tuvo una fuerza legitimante, la posmodernidad
establece un rechazo de las certidumbres de la tradición y la costumbre.
La disolución de los marcos tradicionales de sentido, piensan los
teóricos de la escuela de Frankfurt, ha generado una “declinación
del individuo”. Su efecto principal es la emergencia de un consumismo pasivo.
La identidad deviene precaria al perderse anclaje cultural junto con sus
puntos de referencia internos. La subjetividad se retrae hasta un núcleo
defensivo, ensimismándose.
ANÁLISIS DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL HOMBRE POSTMODERNO
· La felicidad light de Gilles Lipovetsky
De hecho, la cultura del bienestar no se concibe sin todo un arsenal
de normas, de informaciones técnicas y científicas que estimulen
un trabajo permanente de autocontrol y vigilancia de sí: tras el
imperativo categórico, el imperativo narcisista glorificado sin
cesar por la cultura higiénica y deportiva, estética y dietética.
Conservar la forma, luchar contra las arrugas, velar por una alimentación
sana, broncearse, mantenerse delgado y relajarse.
Dos tendencias antinómicas modelan nuestras sociedades.
Una excita los placeres inmediatos, -sean consumistas, sexuales o de entretenimiento:
aumento de pomo, droga, sexo salvaje, bulimia de los objetos y programas
mediáticos, explosión del crédito y el adeudamiento
de las familias. El hedonismo, en este caso, expresa e intensifica
el culto individualista del presente.
La otra, por el contrario, privilegia la gestión racional del
tiempo y del cuerpo, el profesionalismo en todo, la obsesión de
la excelencia y de la calidad, de la salud y de la higiene. El hedonismo
se asocia en este caso con la información multiservicio, con la
autoproducción narcisista higiénica y deportiva, con la organización
razonada y liofilizada de los placeres. Vemos cómo se instaura
un hedonismo dual, desenfrenado y desresponsabilizador para las nuevas
minorías, prudente e integrador para las mayorías silenciosas.
Consuman con moderación: nuestra aritmética utilitarista
ha tornado el rostro de una gestión de placeres-minuto homeopáticos
y ralentizados. El hedonismo posmoderno ya no es transgresor ni diletante,
está gestionado, funcionalizado, es sensatamente light.
Lo que nos caracteriza es la depresión, el vacío o el
estrés; no el abismo de los remordimientos mortificadores.
La era de los media sobreexpone la desdicha de los hombres pero desdramatiza
el sentido de la falta, la velocidad de la información crea la emoción
y la diluye al mismo tiempo. Estamos en la época de la eliminación
y no de la fijación, de la sensibilización fluida y no de
la intensificación.
Ya nada en absoluto obliga, ni siquiera alienta a los hombres a consagrarse
a cualquier ideal superior, el deber no es ya más una opción
libre. La cultura de la autodeterminación individualista ha
alcanzado la esfera moral: la época de la felicidad narcisista no
es la del “todo está permitido”, sino la de una moral sin obligación
ni sanciones.
· El hombre light de Enrique Rojas
La ética no es contemplada desde las grandes leyendas del ser
humano sino suspendida del mito de Narciso, es decir, por el narcisismo
y el subjetivismo.
1. Por el narcisismo, vemos a un ser humano centrado en sí mismo,
en su personalidad y en su cuerpo, con un individualismo atroz, desprovisto
de valores morales y sociales, y además desinteresado por cualquier
cuestión trascendente.
2. Por el subjetivismo, oteamos la caída en un perspectivismo
que diluye cualquier solidez y en el que nada es válido salvo esas
cuatro notas apuntadas: hedonismo-consumismo - permisividad - relativismo.
El escritor americano Christopher Lasch, en su libro “The culture of narcisism”,
lo expone así: Cuidar la salud, desprenderse de los complejos, esperar
las vacaciones: vivir sin ideal y sin objetivos trascendentes.
La sociedad actual lo trivializa todo y propugna la ley del mínimo
esfuerzo y de la máxima comodidad. El itinerario ha sido gradual:
hemos pasado del pensamiento sólido a un nihilismo descomunal.
El hombre así se va escorando hacia una progresiva debilidad; indigencia;
deseos caprichosos; exageración del ideal materialista; y esclavitud
por la ambición y el hedonismo.
Estamos ante una sociedad que tiende a la masificación en cualquiera
de sus ámbitos:
a) Acumulación de individuos donde sólo los singulares
son capaces de ser personas.
b) Despersonalización alienante: un hombre sin la fuerza. que
dan los ideales, obsesionado y dirigido por los medios de comunicación.
c) Igualitarismo en decadencia.
d) Carencia de un proyecto de vida: lo que importa es tener, comprar
más y consumir febrilmente.
Vivimos en una sociedad triste, sin ilusión, distraída
por cuestiones insustanciales en la que son necesarias mucha fuerza, tesón
e ideas claras para salir de ahí. Pero no es fácil.
La cotidianeidad invita a seguir en ese carrusel. Se puede decir,
llegados a este punto de nuestro recorrido, que el hombro light es sumamente
vulnerable. Al principio tiene un cierto atractivo, es chispeante
y divertido, pero después ofrece su auténtica imagen; es
decir, un ser vacío, hedonista, materialista, sin ideales, evasivo
y contradictorio.
Título Segundo:
Narcisismo es un término relevante del psicoanálisis e
inmediatamente nos remite al mito, la leyenda, del bello Narciso.
EL MITO DE NARCISO
Había una vez una ninfa llamada Liriope. Preciosa, ella.
Impoluta. No permitía que nadie la tocara; se sentía sucia
hasta cuando la miraban con alguna insistencia. Para quitarse de
encima la mugre de tantos ojos libidinosos, se bañaba varias veces
por día. Una tarde lo hizo en el río de la comarca.
Ignoraba que en sus aguas merodeaba el Dios fluvial Cefiso, bastante lúbrico
por cierto.
Cefiso la violó sin que ella se diera cuenta. Una lástima,
pero en fin. El caso es que Liriope salió de la inmersión
tan empapada como preñada. Cosas de la vida.
A los nueve meses nació Narciso. Era tan pero tan lindo
que Liriope se asustó. Fue a consultar al divino y adivino
Tiresias, que le dijo: “Narciso vivirá hasta la madurez con tal
de que nunca se conozca a sí mismo”. Narciso, cada vez más
bello, fue creciendo y creciendo y huyendo y huyendo de quienes se enamoraban
de él.
Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien
había disgustado a Hera y ésta la había condenado
a repetir las últimas palabras de lo que se le dijera. Eco
fue, por tanto, “incapaz de hablarle a Narciso de su amor, pero un día,
cuando Narciso estaba caminando por el bosque, acabó apartándose
de sus compañeros. Cuando él preguntaba “¿Hay
alguien aquí?”, Eco contenta respondía: “Aquí aquí”.
Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó:
“¡Ven!”. Después de responder: “Ven, ven”, Eco salió
de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente
se negó a aceptar el amor de Eco; ella estaba tan apenada que se
ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que nada
quedó de ella salvo su voz. Para castigar a Narciso, Némesis,
la diosa de la venganza, hizo que se apasionara de su propia imagen reflejada
en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse
de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el
sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa
flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.
Título Tercero:
Narcisismo es un término muy preciado para Freud porque a partir
de él puede dar cuenta de cuestiones primordiales y fundantes para
el humano, y a través de él sigue derroteros de las constituciones
libidinales y pulsiones que no pueden quedar reducidas a la estima que
alguien tiene por sí mismo, como se quiere a partir de algunas prácticas
de la postmodernidad. Diríamos: es mucho más; y el elevar
la “autoestima” no depende de ninguna cuestión voluntarista, sugestiva
o meramente consciente.
EL CONCEPTO DE NARCISISMO EN FREUD
· Narcisismo primario y narcisismo secundario
Freud distingue dos narcisismos, define el narcisismo primario como
un estado que no se puede observar de modo directo, pero cuya hipótesis
hay que plantear por un razonamiento deductivo.
En un principio no existe una unidad comparable al yo, éste
se desarrolla de modo progresivo. El primer modo de satisfacción
de la libido sería el autoerotismo, es decir el placer que un órgano
obtiene de sí mismo; las pulsiones parciales buscan, independientemente
una de la otra, satisfacerse en el propio cuerpo. Este es, para Freud,
el tipo de satisfacción que caracteriza al narcisismo primario,
cuando el Yo en tanto tal aún no se constituyó. En
ese entonces, los objetos investidos por las pulsiones son las propias
partes del cuerpo
En 1914, Freud pone el acento en la posición de los padres en
la constitución del narcisismo primario: “El amor parental hacia
su hijo (... ) no es más que una resurrección del narcisismo
de los padres”. Se produce una “reviviscencia”, una “reproducción”
del narcisismo de los padres, quienes atribuyen al niño todas las
perfecciones, proyectan en él todos los sueños a los cuales
ellos mismos hubieron de renunciar. “Su Majestad el Bebé”
realizará los sueños de deseo que los padres no realizaron,
asegurando de este modo la inmortalidad del yo de los padres. De
alguna forma, el narcisismo primario representa un espacio de omnipotencia
que se crea en la confluencia del narcisismo naciente del niño y
el narcisismo renaciente de los padres. En este espacio vendrían
a inscribirse las imágenes y las palabras de los padres, a la manera
de los votos que, siguiendo la imagen de FranVois Perrier, pronuncian las
buenas y las malas hadas sobre la cuna del niño.
El narcisismo secundario, que corresponde al narcisismo del Yo; para
que se constituya el narcisismo secundario es preciso que se produzca un
movimiento por el cual el investimiento de los objetos retorna e inviste
al yo. Por lo tanto, el pasaje al narcisismo secundario supone dos
movimientos.
1º) Según Freud, el sujeto concentra sobre un objeto sus
pasiones sexuales parciales “que hasta entonces actuaban bajo el modo autoerótico”;
la libido inviste el objeto, mientras la primacía de las zonas genitales
aún no se ha instaurado.
2º) Más tarde estos investimientos retornan sobre el yo.
La libido, entonces, toma al yo como objeto.
¿Por qué sale el niño del narcisismo primario?
El niño sale de ese estadio cuando su Yo se encuentra confrontado
a un ideal con el cual debe medirse, ideal que se formó en su exterior
y que desde allí le es impuesto.
En efecto, de a poco el niño va siendo sometido a las exigencias
del mundo que lo rodea, exigencias que se traducen simbólicamente
a través del lenguaje. Su madre le habla, pero también
se dirige a otros. El niño comprende entonces que ella también
desea fuera de él y que él no es todo para ella; ésta
es la herida infligida al narcisismo primario del niño. De
allí en más el objetivo será hacerse amar por el otro,
complacerlo para reconquistar su amor, pero esto sólo se puede hacer
satisfaciendo ciertas exigencias, las del Ideal del Yo. En Freud
este concepto designa las representaciones culturales, sociales, los imperativos
éticos, tal como son transmitidos por los padres.
Para Freud, el desarrollo del Yo consiste en alejarse del narcisismo
primario. En realidad el yo “aspira intensamente” a reencontrarlo
y por eso, para volver a ganar el amor y la perfección narcisista,
pasará por la mediación del ideal del yo. Lo que se perdió
es la inmediatez del amor. Mientras que con el narcisismo primario
el otro era uno mismo, ahora uno sólo se puede experimentar a través
del otro. Pero el elemento más importante que viene a perturbar
el narcisismo primario no es otro que el “complejo de castración”.
Mediante este complejo se opera el reconocimiento de una incompletud que
va a suscitar el deseo de reencontrar la perfección narcisista.
· Imagen del Yo y Objeto Sexual
Freud afirma respecto de la elección del objeto de amor en los
homosexuales: ellas mismos se vuelven su propio objeto sexual -- dice -
es decir que “buscan, partiendo de una posición narcisista, hombres
jóvenes y semejantes a su propia persona, a los que quieran amar
como la madre los amó a ellos”. Amarse a sí mismos a través
de un semejante; eso es lo que Freud denomina “elección narcisista
de objeto” y precisa que todo amor por el objeto comporta una parte de
narcisismo. Pero es importante subrayar que esta imagen amada constituye
una imagen sexualmente investida. En el caso de la homosexualidad
se trata de una imagen que representa la que la madre desea; al amar esa
imagen el homosexual se toma a sí mismo como objeto sexual.
A propósito de la elección narcisista de objeto, Freud
también evoca un estado en el cual “la mujer se basta a sí
misma”, hablando con precisión, sólo se ama a sí misma,
y busca suscitar la envidia mostrándose. Entonces podemos
entender el narcisismo como el investimiento de su propia imagen bajo la
forma de un falo.
· Narcisismo e Identificación
Freud concibió la identificación narcisista en 1917, a
partir del estudio del duelo y de la melancolía: el yo se identifica
con la imagen de un objeto deseado y perdido. En la melancolía,
el investimiento del objeto retorna sobre el yo, “la sombra del objeto
cayó así sobre el yo” dice Freud. La identificación
del yo con la imagen total del objeto representa una regresión a
un modo arcaico de identificación en el que el yo se encuentra en
una relación de incorporación al objeto.
Después de 1920, Freud enunciará claramente los postulados
generales que resultan de este estudio de la melancolía. En
especial, precisa que “el narcisismo del yo es de este modo un narcisismo
secundario sustraído a los objetos” y afirma que la libido que fluye
hacia el yo por medio de las identificaciones descritas representa su narcisismo
secundario.
Así, la transformación de los investimientos de objeto
en identificaciones contribuye en gran parte a la formación del
Yo. Por lo tanto, el Yo resulta de la “sedimentación de los
investimientos de objetos abandonados”; contiene, en cierto modo, “la historia
de tales elecciones de objeto”. En esta medida se puede considerar
que el yo resulta de una serie de “rasgos” del objeto que se inscriben
inconscientemente: el yo toma los rasgos del objeto. Podemos así
representarnos con el yo como una cebolla formada por distintas capas de
identificación al otro.
En suma, el narcisismo secundario se define como el investimiento libidinal
(sexual) de la imagen del yo, estando esta imagen constituida por las identificaciones
de Yo a las imágenes de los objetos.
· Neurosis narcisistas y estancamientos de la libido
En su artículo de 1914, Freud intentó responder a partir
de su teoría del narcisismo, a la pregunta de la elección
de la enfermedad: ¿por qué se vuelve uno histérico,
por ejemplo, y no paranoico?
Llega a la conclusión de que el neurótico mantiene una
relación erótica con los objetos por la mediación
de los fantasmas, mientras que en los casos de demencia precoz y de esquizofrenia
(afecciones que Freud denomina “neurosis narcisistas”), los sujetos retiraron
“realmente” su libido de las personas y del mundo exterior. En ambas
enfermedades narcisistas se produce una retracción de la libido
con la cual estaba investido el objeto. Así, toda la libido
es acumulada por el Yo donde se estanca, a la vez que el objeto se separa
del mismo, el corte con el objeto es correlativo a una detención
de la circulación de la libido.
Aclaremos que, según Freud, también el neurótico
abandona la relación con la realidad; pero su libido permanece ligada
en el fantasma a determinadas partes del objeto: “... han sustituido los
objetos reales per otros imaginarios, o los han mezclado con ellos.”
En ese mismo artículo de 1914, Freud describe otras formas de
estancamiento de la libido”, que representan otras tantas vías que
posibilitan el abordaje de la cuestión del narcisismo: se trata
de la enfermedad orgánica y de la hipocondría. En la
enfermedad orgánica el enfermo retira regularmente todo su interés
libidinal del mundo exterior y de sus objetos de amor, al tiempo que se
opera un repliegue de la libido sobre su yo. Cuando se realiza semejante
sobreinvestimiento narcisista sobre la representación psíquica
del lugar doloroso (del cuerpo) la libido deja de circular. Y Freud
demuestra que en este caso resulta imposible diferenciar la libido del
interés del yo.
La modificación de la libido se muestra en un todo semejante
en el caso de la hipocondría, en donde efectivamente no es determinante
que la enfermedad sea real o imaginaria. El hipocondríaco
inviste una zona de su cuerpo que adquiere el valor de órgano sexual
en estado de excitación; puesto que la erogeneidad es una propiedad
general de todos los órganos, cualquier parte del cuerpo puede ser
investido como un órgano genital dolorosamente sensible. Y
también en este caso la libido deja de circular. Freud describe
así dos configuraciones en las cuales el narcisismo se encuentra
de alguna manera cristalizado; sin que el corte con el objeto sea total,
ambas instalan un “repliegue narcisista” que detiene el movimiento del
deseo.
Título Cuarto:
Cuando se observa la evolución de ciertos conceptos (por ejemplo
el Edipo, la bisexualidad, la pulsión de muerte o incluso, en nosología,
la esquizofrenia frente a la paranoia), se comprueba un desarrollo en tres
etapas. Después de una primera descripción negativa, donde
cada uno de ellos es tomado como la causa de una difusión, de una
patología, tiene lugar un vuelco; su defecto aparece como más
nefasta aún: así, esquemáticamente, si el Edipo sostiene
las neurosis, en su ausencia radicaría la raíz de la psicosis.
Finalmente, en un tercer tiempo,, se trata de matizar estas dos posiciones
antitéticas, de describir sus relaciones y las condiciones que las
determinan. Así es como el narcisismo actualmente está cargado
para el público en general de connotaciones peyorativas. Retomaremos
estos conceptos esforzándonos por hacer resaltar estos dos aspectos,
patógeno y benéfico, y por considerarlos como pertenecientes
necesariamente a su potencial evolutivo.
EL NARCISISMO BENÉFICO Y EL PATÓGENO
· Freud (1914), al explicar que el hombre inicia su vida mental
inmerso en el narcisismo primario --un yo como reservorio de la libido
para su destino natural, las relaciones de objeto-- establece una línea
de desarrollo que va de Narciso a Edipo. La consumación del
desarrollo del yo y de la libido se manifiesta en la capacidad del yo para
reconocer el objeto como es en sí y no como una mera proyección
del yo. Reconocer la alteridad del objeto, es renunciar a la fantasía
narcisista de la identidad entre objeto histórico y objeto actual.
Esta es siempre una afrenta al narcisismo. No hay autonomía
del yo con respecto a su historia libidinal, ni con respecto a su realidad
actual.
Freud estableció una historia libidinal e identificatoria con
una sucesión de fases.
* Fase autoerótica: su fijación conduciría a un
yo corporal que tiende a fragmentarse
(ejemplo clínico: la esquizofrenia).
* Fase narcisista: se preservaría un yo unificado pero
cuya unidad es posible localizando al perseguidor que podría desintegrarlo
(ejemplo clínico: la paranoia). A la fase narcisista corresponde
también la melancolía, cuya problemática no es la
consistencia del yo sino su valor.
* Fase homosexual: corresponde no sólo a la homosexualidad sino
a todos aquellos cuadros clínicos en los que predomina la indiscriminación
yo-no yo: investimiento narcisista de los objetos.
* Fase heterosexual: punto de fijación de las diversas
neurosis.
En las investiduras narcisistas se proyecta sobre el objeto una imagen
de sí mismo, de lo que se ha sido, lo que se quería ser o
lo que fueron las figuras idealizadas.
El amor narcisista, en todas sus variantes, se caracteriza por no investir
al objeto más que en función de la indiscriminación
que éste tiene con el sujeto, sea que se manifieste por el exceso
de proyección de problemáticas yoicas, sea en la búsqueda
de un ideal o de una representación nostálgica. La
proyección permite evitar la confrontación con la alteridad.
Deponer la omnipotencia narcisista bajo la coacción de la realidad
implica un trabajo que no se realiza sin sufrimiento. Enfrentado
al mundo, el sujeto lo aborda tratando de reencontrar en él (o incluso
de imprimir en él) su propia imagen, con el fin de salvaguardar
ese estado de supuesta autonomía del que obtenía toda la
satisfacción.
Al negar al objeto como otro se preserva la ilusión de que el
objeto no se puede perder ni destruir. Se niega tanto el vínculo
con el objeto como su alteridad para defender la vulnerable representación
del yo. (Sea en su consistencia, sea en su valor).
Freud nos abre la primera puerta al narcisismo y luego numerosos autores
postfreudianos dedicaron extensas investigaciones a este tema desde distintas
vertientes teóricas.
* Según Kohut el narcisismo se transforma en el proceso evolutivo
y ciertas capacidades que pueden observarse como logros del Yo son en realidad
cambios madurativos de un narcisismo primitivo, destaca a) la creatividad
del hombre b) su capacidad de empatía c) su capacidad para aceptar
su propia finitud d) su sentido del humor y e) su sabiduría.
La investidura narcisista está al servicio de regular el sentimiento
de estima de sí o tiene por función preservar la cohesión
del sentimiento de sí. Kohut (1977) postuló que por
ausencia o defecto de las texturas internas las relaciones de objeto son
sustitutos de ese déficit.
* Para Kemberg, se puede distinguir un narcisismo normal de un narcisismo
patológico. Esta esquematización se basa en una evaluación
clínica clásica, cuyas palabras claves son la integración
y el equilibrio de las catexis libidinales y agresivas, la importancia
de los clivajes, la dualidad de 1as instancias tópicas de sus relaciones,
y de las relaciones de objeto internalizadas, el rol de las regresiones,
de las identificaciones y de las proyecciones de un self grandioso, la
adaptación a la realidad, etc.
* Por otra parte, existe un narcisismo positivo, por el que la libido
del yo - en tanto se opone a la libido de objeto - procura alcanzar cohesión
yoica: este narcisismo tiende a la unidad. Y es contrarrestado por
un narcisismo negativo que brota de las pasiones de muerte, que actúa
en la dirección inversa y cuya tendencia es reducir a cero las investiduras
yoicas (principio de inercia). (Green, 1983). La tendencia regresiva
de la pulsión de muerte apunta a un antes del deseo, a un estado
de quietud, al reposo de la actividad de representación. Aspira
a la desaparición de todo objeto que pueda provocar, por su ausencia,
el surgimiento del deseo. Lo evidencia, en la clínica, toda
patología narcisista que presente estados de vacío psíquico
y desinvestidura del yo.
El narcisismo es una organización psíquica que funciona
no sólo en oposición a la relación de objeto, sino
también en forma paralela o conjunta. Aparece con dos fases
contradictorias, narcisismo retraído y narcisismo expansivo, o también,
a un nivel diferente, narcisismo destructor y narcisismo trófico.
Es difícil actualmente ver sólo uno de estos aspectos.
Toda reflexión sobre el narcisismo es también una reflexión
sobre el sujeto. Si bien el retiro narcisista puede ser la salida
a un sufrimiento que concierne al sujeto que todavía inviste y que
enfrenta la pérdida, el rechazo, la decepción que le impone
un objeto investido. Cuando la desinvestidura está al servicio
de la pulsión de vida, se preserva la posibilidad de investir un
nuevo objeto. Se trata del duelo, ese trabajo psíquico soslayable.
El sufrimiento es tanto una necesidad como un riesgo. Una necesidad
porque es aquello que obliga a la psique a reconocer la diferencia entre
la realidad y la fantasía. Un riesgo porque la psique, ante
el exceso de sufrimiento, puede desinvestír aquello que lo causa.
(Aulagnier).
Por otro lado gracias al aspecto trófico del narcisismo la actividad
psíquica mantiene la cohesión organizacíonal, la estabilidad
temporal del sentimiento de sí y la coloración positiva del
sentimiento de estima de sí. (Stolorow)
* * * * *
Uno de los errores habituales es la unificación clínica
del narcisismo y la pretensión de encontrar una explicación
metapsicológíca unificante para cuadros diferentes tanto
desde el punto de vista descriptivo como de su composición metapsicológica.
Las descripciones de las diversas manifestaciones clínicas de las
patologías narcisistas nos servirán para definir los conflictos
que subyacen a los síntomas.
Cada vez más hay que afrontar una clínica proteiforme:
personas con incertidumbre sobre las fronteras entre el yo y el objeto;
entre el yo y el yo ideal; fusión con los otros anhelada o temida;
fluctuaciones intensas en el sentimiento de estima de sí; vulnerabilidad
a las heridas narcisísticas; gran dependencia de los otros o imposibilidad
de establecer relaciones significativas; inhibiciones y alienación
del pensamiento; búsqueda del vacío psíquico (tanto
a nivel de la fantasía como del pensamiento); predominio de defensas
primitivas: escisión, negación, idealización, identificación
proyectiva.
La perturbación narcisista se hace notar como riesgo de fragmentación,
perdida de vitalidad, disminución del valor del yo. Una angustia
difusa. Una depresión vacía. Ese vacío
parecería que reemplaza a la crispación neurótica
de antaño.
En los motivos de consulta predominan, en proporción abrumadora:
dificultades en la regulación de la autoestima, apatía, hipocondría,
trastornos del sueño y del apetito, ausencia de proyectos, crisis
de ideales y valores.
Estas personas son especialmente sensible a los fracasos, desilusiones
y desaires. La configuración objetal suele ser variable y
lo que es decisivo es la función que el otro desempeña en
la preservación de la identidad o de la autoestima.
Se alejan o se aferran a los otros. Se alejan cuando sienten
que amenazan su frágil equilibrio. Se aferran cuando su ausencia
torna borrosa tanto la representación de sí como la del otro.
En sus encuentros y logros dos interrogantes resuenan: ¿quién
es yo? y ¿cuánto valgo yo?
El paciente parece atrapado ya sea por una “autonomía” que se
transforma en soledad devastadora, ya sea por un acercamiento con el otro
que confina con la fusión mortífera.
Dependencia de los otros o defensa contra dicha dependencia.
Si se busca la fusión es porque, solos, temen perder su sentimiento
de sí o su sentimiento de estima de sí. Lo intolerable
es la alteridad. Así como un exceso de presencia es intrusión,
un exceso de ausencia es pérdida. El par presencia-ausencia
no se puede disociar. ¿Como tolerar la ausencia, diferenciándola
de la pérdida? (Green, 1983)
Otros, por el contrario se defienden contra el peligro fusional.
Preservan su distancia por miedo a perder sus propios límites y
su sentimiento de identidad. Tienden a la autosuficiencia negando
toda dependencia. Entablan vínculos sólo transitorios
o, si perduran, los desinvisten libidinalmente. Es otra modalidad
de vulnerabilidad narcisista, la defensa surge ante la posibilidad de que
una respuesta no empática genere una hemorragia narcisista.
Estas defensas se ubican en relación a los vínculos.
Luis Homstein considerando la Identidad, Autoestima, Alteridad y el
Vacío como ejes para organizar la clínica del narcisismo
según criterios metapsicológicos, reconoce las siguientes
patologías:
* del sentimiento de sí (cuadros borderline y esquizofrenia);
* del sentimiento de estima de sí (depresión, melancolía);
* de la indiscriminación objeto histórico-objeto actual
(elecciones
narcisistas, diversas funciones del objeto cn la economía narcisista);
* del desinvestimiento narcisista (clínica del vacío).
Estos ejes no pretenden abarcarlo todo sino hacer justicia a la complejidad
que en la práctica cotidiana tienen las problemáticas narcisistas
(en plural porque son mucho más que una), problemáticas que
deben permanecer abiertas.
El sentimiento de estima de sí es tributario de una historia
(libidinal e identificatoria), de los logros, de la configuración
de vínculos, así como de los proyectos que desde el futuro
indican una trayectoria por recorrer.
En las organizaciones narcisistas la conservación de la identidad
y del valor del yo es una meta primordial. La identidad no como un
estado, sino como una búsqueda. El sentimiento de sí
se basa en una relación entre los investimientos del yo y los investimientos
objetales, es decir, entre la economía narcisista y la objetal.
Las organizaciones narcisistas luchan para preservar la autonomía
ante el objeto. Por decirlo así, hay un estado de alerta en
las borrosas fronteras entre lo interior y lo exterior. La frialdad,
la distancia, la indiferencia se convierten en eficaces escudos contra
los golpes que vienen del otro y de la realidad. En cambio, investir
al objeto es exponerse al abandono y reavivar las angustias de intrusión
y de separación.
El narcisismo es un eje que estructura el psiquismo en todas las etapas
de la vida, y que marca tanto las psicosis (con el afrontamiento letal
de la paranoia en el centro de todas; o la retracción libidinal
de la melancolía) como el juego sostenido por el objeto fetiche
(en la encrucijada de las perversiones) o la duda y la omnipotencia de
los pensamientos de la neurosis obsesiva, o de manera más clara
aún las personalidades narcisistas, finalmente la actividad artística,
como modelo de la “creatividad”, comprendido su mito de infraestructura.
Por último mencionaré un cuadro de patologías
narcisistas desarrollado por David Maldavsky . Hay que tener en cuenta
que sobre la base de una misma fijación predominante, pueden darse
tanto organizaciones caracteropáticas como psicóticas.
En las Estructuras Narcisistas, la Perversión y las Caracteropatías
pueden constituir transacciones con la psicosis.
PATOLOGÍAS FIJACIÓN DESARROLLO DE AFECTO
Perversiones y Paranoias Anal I Humillación
y Vergüenza
Depresiones y Melancolías Oral II Desesperación
Caracteres Ezquizoides Oral I Pánico
Ezquizofrenias (1) Terror
Caracteres Sobreadaptados Libido Dolor
Enfermedades Psicosomáticas Intrasomática
(1) Aquí se podrían incluir las Patologías Borderline
descriptas por Otto Kemberg.
Título Quinto:
Por exceso de amor a sí mismo, fundamentalmente a la imagen de
sí mismo, Narciso termina pereciendo de una muerte absurda.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Cuando Narciso murió, el riachuelo de sus arrobamientos se convirtió
de ánfora de agua dulce en ánfora de lágrimas saladas,
y las Oréades vinieron llorando por el bosque a cantar junto al
riachuelo y a consolarlo.
Y al ver que el riachuelo se había convertido de ánfora
de agua dulce en ánfora de agua salada, soltaron los bucles verdosos
de sus cabelleras, gritando al riachuelo.
Y le dijeron:
- No nos sorprende que llores así por Narciso, que era tan bello.
- Pero, ¿ era tan bello Narciso ? ~ dijo el riachuelo.
¿ Quién mejor que tú podría saberlo ? -
respondieron las Oréades -. El nos desdeñaba; pero te cortejaba
a tí dejando reposar sus ojos sobre ti y contemplando su belleza
en el espejo de tus aguas.
Y el riachuelo contestó:
“Amaba yo a Narciso porque, cuando se inclinaba en mi orilla y dejaba
reposar sus ojos sobre mí en el espejo de sus ojos yo reflejaba
mi propia belleza”.
Oscar Wilde, “El Discípulo”
Historia del “en-amoramiento a-pasionado” de un ser desvalido (desamparo
inicial) cuya imagen se agiganta o empequeñece en el reflejo devuelto
por la “fuente de vida o de muerte”. Enamoramiento (“caída
en el amor”) de su propia imagen (narcisismo erógeno) o terror ante
la fuente que le da el ser y podría, al dejar de mirarlo, provocarle
la “muerte” (narcisismo tanático) ¿Quién será
en verdad este enamorado? ¿Aquél que se enamoró y
que anhelante se mira buscando en el espejo la vivencia de goce? ¿O
el que fue enamorado y que virtualmente aparece suplicante en el brillo
de otros ojos? ¿Aquél que busca ser, o aquel que para siempre
dependerá de la mirada que le da su ser.?
Es la historia de un yo “enamorado”, cuyos ojos errantes se buscan
en el eco que vibra en otros ojos. Relación de “enamoramiento”,
que se funda en una carencia primaria (el desamparo inicial junto a la
indiferencia del objeto) (Freud, 1926) (Marucco, 1999)
La imagen de Narciso reflejada en las entrañas maternas (las
aguas del río) es una invitación irresistible para retomar
(regresión absoluta) a la matriz de la que verdaderamente nunca
se diferenció por negar el principio de realidad que impone el reconocimiento
y aceptación de las vicisitudes evolutivas. Narciso se niega
a nacer psicológicamente, cosa que implica abandonar la fusión
simbiótica inicial con la madre y renunciar de esta manera a su
posesión exclusiva.
La locura - castigo de Narciso - consiste fundamentalmente más
en el no reconocimiento de su propia imagen reflejada que en el amor por
sí mismo. El elemento esencial del mito no es el amor, sino
la confusión y la indiscriminación.
En Narciso coinciden entonces, el egoísmo por su falta de interés
altruista - altruismo que Freud opone al egoísmo - la
libido no fluyente, abonando los intereses del yo, el autoerotismo, la
ausencia total de enamoramiento del otro, porque ni siquiera hay estima
del objeto - en la figura de Eco, la enamorada -, la pregnancia de la propia
imagen tomada como objeto todo lo cual lo lleva a un destino previsible:
la imagen del objeto - él mismo en este caso, su propia imagen reflejada
- cae sobre el yo, como expresa Freud en “Duelo y melancolía” y
Narciso lleva a cabo el acto más logrado: se suicida.
¿Estaba en Narciso la convocatoria al suicidio, quería
matarse, eliminarse? Evidentemente, no. Pero si seguimos a
Freud como lo venimos haciendo y tenemos en claro que el suicidio no es
un acto voluntario y consiente sino absolutamente determinado, a la luz
de los descubrimientos de Lacan, diríamos: “la sombra de la imagen
del objeto, cae sobre el yo” El yo cae bajo el cono de sombra del objeto,
queda eclipsado por ésta, pierde su propio brillo, su propia existencia,
la sombra lo rodea, lo involucra, lo embarga, y el yo en esa situación
no es más que un resto improductivo para sostenerse en su subsistencia.
Se funde - ya no confunde - con aquella y cae. La necesaria distancia
prudente esencial entre el yo y el objeto han quedado abolidas. El
yo ya ni siquiera podrá enunciar “Yo soy otro”, será otro
pero sin posibilidad siquiera de distinguirlo por vía de un enunciado
racional que ya posibilita esa buena distancia.
Quizás podríamos estar frente a un ser que padeciendo
una “crisis melancólica” intentara expresar a través de su
comportamiento autoacusador una profunda frustración por no ser
amado o no poder amar. En términos psicoanalíticos,
la melancolía es una situación de “pérdida del objeto
amado”. De manera que el melancólico se comporta como si estuviera
en duelo por el objeto (imagen parental) de su amor anacrónico pregenital,
de un amor tiránico y siempre en rebeldía contra el objeto,
cuando éste tiende a retirarse o volverse malo. Este “objeto”
al ser incorporado - según la “actitud canibalística” de
la etapa oral -, queda “introyectado”, es decir convertido en parte del
sujeto. El melancólico se vuelve contra esta parte de sí
mismo de manera encarnizada, que es a la vez indispensable a su vida y
objeto de su agresividad sistemáticamente dirigida contra sí
(Super-Yo). De ahí los fantasmas de duelo, de muerte, de autopunición
de la melancolía. Asimismo poseen comportamientos auto-agresivos
(suicidio), delirio de autoacusación, sentimientos de depresión
“vital”. Hay una ruptura con la realidad , una falta de contacto
afectivo, y crisis separada del continuum de la existencia. Para
Grunberger el conflicto específico de la depresión se sitúa
entre el Ideal del Yo narcisista (diferente del Super-Yo) y el Yo.
Entonces el tema de la melancolía es decisivo teniendo en cuenta
que el padecer que acosa al ser humano en el mundo actual (y casi diría
a la cultura en general) es la depresión tan cercana al cuadro melancólico.
¿Y no será la depresión cada vez más un disfraz
de la melancolía? La realidad nos conduce cada vez más
a la pérdida del “sentimiento de sí” al extrañamiento,
y a la pérdida de ideales. Pero la expresión más
patética de nuestro estado psíquico se halla en ese “cierto
desfallecimiento de la pulsión vital” (Freud, 191 7) que aparece
en lo manifesto como “depresión” depresiones a las que Freud, llamativamente,
no dedicó estudios en demasiadas oportunidades.
¿Podría dudarse de la relación existente entre
los estados depresivos y los vínculos de desamor de los ideales
con el yo? Entonces hablar de la depresión como paradigma
psicopatológico de nuestro tiempo implica también hablar
de la degradación progresiva de la vida amorosa en nuestra cultura,
como uno de sus significativos malestares. Degradación de
los vínculos amorosos que puede desembocar en depresiones o melancolías.
Depresiones ligadas no sólo a los ideales narcisistas, sino a los
culturales que “compasivamente”, relegan aquellos suicidios pasionales
del melancólico para dar lugar a un presente donde unos y otros
se funden y confunden en un conjunto de seres que comparten sin saberlo
un “suicidio común”: el de sus deseos y el de sus pasiones.
Proyectos de vida que se tornan más duros, fríos, y que
conducen a individuos-casi masas, más que a caminar por la vida,
a contemplarla pasar hasta llegar al final. Entonces: o la vida propia
en defensa de deseos propios, o la asunción pasiva de un “destino”
común. Ocurre que detrás de la creencia en ese destino
común existe “algo” que, como una marca a fuego en nuestro psiquismo,
signa nuestra individualidad a un camino común al provenir de y
estar inmersos en “nuestra” cultura. ...(Marucco, 1999)
Autora: Patricia R. de Mackinlay.
Abril de 2000
Derechos Reservados
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1912/1913, Totem y Tabú, 13
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PUBLICACIONES:
* Anuario de la Psicología del Self
* Revista Actualidad Psicológica Septiembre de 1999.
* Revista de la APA, mayo - junio, 1979, tomo XXXVI, nº 3.
* Revista del diario La Nación - mayo de 1998.
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